La juventud es el ventanal por el
que entra el futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos. Nuestra
generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando
sepa ofrecerle espacio; tutelar las condiciones materiales y espirituales para
su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su
vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede
ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle
un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad
en el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida
humana; despertar en él las mejores potencialidades para ser protagonista de su
propio porvenir, y corresponsable del destino de todos.
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