lunes, 24 de febrero de 2014

Evangelio y comentario del Dia


Evangelio según San Marcos 9,14-29.
Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas.
En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo.
El les preguntó: "¿Sobre qué estaban discutiendo?".
Uno de ellos le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo.
Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron".
"Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuando estaré con ustedes? ¿Hasta cuando tendré que soportarlos? Tráiganmelo".
Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca.
Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que está así?". "Desde la infancia, le respondió,
y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos".
"¡Si puedes...!", respondió Jesús. "Todo es posible para el que cree".
Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Creo, ayúdame porque tengo poca fe".
Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más".
El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: "Está muerto".
Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie.
Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?".
El les respondió: "Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración".
Palabra del Senor.

Comentario Por:
Juliana de Norwich (1342- después 1416), reclusa inglesa
Revelaciones de amor divino, cap. 11

"Acude en ayuda de mi poca fe"
    Lo vi de verdad: Dios hace todas las cosas, por muy pequeñas que sean. Nada llega por suerte o azar, sino que todo es ordenado por la sabiduría previsora de Dios. Si el hombre ve en lo que ocurre la casualidad o el azar, es a causa de nuestra ceguera o vista corta. Estas cosas que Dios, en su sabiduría, previó de toda eternidad y que conduce sin cesar perfectamente y gloriosamente hasta su mejor fin, nos sobrevienen de improviso, y decimos en nuestra ceguera o con nuestra corta vista que es cosa del azar o accidente.

    Pero no es así a los ojos de Dios. Debemos pues reconocer que todo lo que fue hecho está bien hecho, ya que es Dios quien lo hace todo… Más tarde, Dios me mostró el pecado en su desnudez, así como el modo en el que reparte su misericordia y su gracia…

    Perfectamente vi que Dios jamás cambia sus intenciones sean las que sean y que jamás las cambiará en toda la eternidad. Hay sólo, en su disposición perfecta de las cosas, conozca toda eternidad… No falta nada en esta disposición perfecta, porque lo creó todo en la plenitud de su bondad. Por eso la santa Trinidad santa está siempre plenamente satisfecha de sus obras. Dios me lo mostró para mi felicidad: "¡Mira, soy Dios, mira! Estoy en todas las cosas. ¡Mira! ¡Lo he hecho todo! ¡Mira! Jamás retiro mi mano de mis obras, y jamás la retiraré por los siglos de los siglos. ¡Mira! Conduzco todas las cosas al fin que les asigné desde toda eternidad, con la misma fuerza, la misma sabiduría, el mismo amor que cuando te creé. ¿Qué podría convertirse en mal?"
 

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