Evangelio según San Juan 14,1-6.
Jesús dijo a sus discípulos:
"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy".
Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?".
Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí."
Palabra de Dios
Comentario Por:
Papa Francisco
Exhortación apostólica
“Nadie va al Padre, sino por mí”
Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos,
su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su
entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida. Cada vez
que uno vuelve a descubrirlo, se convence de que eso mismo es lo que los
demás necesitan, aunque no lo reconozcan... A veces perdemos el
entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las
necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido
creados para lo que el Evangelio nos
propone: la amistad con Jesús y el
amor fraterno… Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no
puede engañar, el mensaje que no puede manipular ni desilusionar. Es una
respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo
y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de
penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita
sólo se cura con un infinito amor…
Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre; vivimos y actuamos «para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús buscó durante toda su existencia. Él es el Hijo eternamente feliz con todo su ser «hacia el seno del Padre» (Jn1,18). Si somos misioneros, es ante todo porque Jesús nos ha dicho: «La gloria de mi Padre consiste en que deis fruto abundante» (Jn 15,8). Más allá de que nos convenga o no, nos interese o no, nos sirva o no, más allá de los límites pequeños de nuestros deseos, nuestra comprensión y nuestras motivaciones, evangelizamos para la mayor gloria del Padre que nos ama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario que sera atendido en su momento