Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes."
Palabra del Señor.
Comentario Por:
Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
El diálogo, 134
“Tomando la copa...les dijo: Esta es la copa de mi sangre...derramada por muchos para la remisión de los pecados.” (Mt 26.28)
Oh, Amor inestimable! Revelando tus secretos me has dado el remedio dulce y amargo a la vez que me cura de mis enfermedades, que arranca de mi ignorancia y de mi negligencia. Reanima mi esfuerzo y me llena de un deseo ardiente de refugiarme en ti. Me has mostrado tu bondad y los ultrajes que has sufrido de parte de todos los hombres, entre ellos de los ministros sagrados. Me haces llorar sobre mí misma, pobre pecadora, y sobre los que viven miserablemente, más muertos que vivos, tú que eres la bondad infinita. ...Te pido insistentemente: ten misericordia del mundo y de tu Iglesia santa!
Oh, pobre de mí, mi alma está dolorida a causa del mal que he cometido. No tardes, Señor, a hacer misericordia al mundo, accede a cumplir los deseos de tus servidores...Desean la sangre por la que has lavado la iniquidad y borrado la mancha del pecado de Adán. Esta sangre nos pertenece ya que en ella nos ofreces un baño. Tú no quieres ni puedes negarla a quien te la pide sinceramente. Da, pues, el fruto de esta sangre a tus criaturas... Por esta sangre, te piden que tengas misericordia de este mundo.
fuente: http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=commentary&localdate=20150402
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