sábado, 2 de mayo de 2015

Evangelio y comentario del dia

Evangelio según San Juan 14,7-14. 
Jesús dijo a sus discípulos: 
"Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto". 
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". 
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'? 
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. 
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. 
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."
Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 
Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré."

Palabra del Señor-


Comentario Por:
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia 
Homilía sobre “l’Aqueduc”, 10-11

“Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre.”
    Aquel que dice: “...el Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10,38) dice también : “Yo he venido de Dios y estoy aquí enviado por él...” (Jn 8,42) ...El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. (Jn 1,14) Con toda seguridad vive en nosotros por la fe y habita en nuestra memoria, habita en nuestro pensamiento y desciende incluso hasta nuestra imaginación. Antes, efectivamente, ¿qué idea podía el hombre hacerse de Dios sino la de un ídolo fabricado por su propio ingenio? Dios era incomprensible e inaccesible, invisible y perfectamente inalcanzable para el pensamiento. Pero ahora, Dios quiere que se le pueda comprender, que se le pueda ver, que se le pueda tocar y alcanzar con el pensamiento.

    ¿De qué manera? me preguntas. Sin duda alguna, escondido en un pesebre, descansando sobre las rodillas
de la Virgen, predicando en la montaña, orando de noche; y no menos, clavado en la cruz, lívido en la muerte, libre entre los muertos y victorioso sobre el infierno. En fin, resucitando el tercer día, mostrando a los apóstoles las llagas de los clavos, signos de su victoria, y, por fin, subiendo ante su mirada, hacia los cielos.

      De todos estos acontecimientos ¿hay uno sólo que deje de suscitar en nosotros un pensamiento verdadero, fervoroso y santo? En cualquiera de ellos que piense, pienso en Dios, y, a través de todo ello, él es mi Dios. Meditar estos acontecimientos es la sabiduría misma...Es la dulzura que María meditaba en su corazón, elevado a las alturas y desde ahí nos la comunica a nosotros.

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