domingo, 3 de mayo de 2015

Evangelio y comentario del dia

Evangelio según San Juan 15,1-8. 
Jesús dijo a sus discípulos: 
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. 
El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. 
Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. 

Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. 
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. 
Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. 
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. 
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»

Palabra del Señor.


Comentario por:
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia 
Sermón 58 sobre el Cántico de los cánticos

Dar fruto en abundancia
    Debo advertir a cada uno de vosotros a propósito de su viña: en efecto ¿quién ha jamás suprimido en él mismo todo lo que es superfluo hasta el punto de poder pensar que no tiene nada más a cortar? Creedme, todo lo que se corta, vuelve a crecer, los vicios que creíamos superados vuelven a aparecer y nos encontramos con que las tendencias adormecidas se desvelan. No es, pues, suficiente cortar la propia viña una sola vez, al contrario, es necesario volver a menudo sobre ella, y si es posible, sin parar. Porque, si sois sinceros, es sin parar que encontramos en nosotros mismos alguna cosa que cortar... La virtud no puede crecer entre los vicios; para que ésta pueda desarrollarse, es preciso impedir a éstos de crecer anchamente. Suprime, pues, lo superfluo, entonces aquello que te es necesario podrá abrirse paso.


    Para nosotros, hermanos, la época es siempre la de cortar, ésta es necesaria siempre. Estoy seguro de ello, pues hemos salido ya del invierno, de este temor sin amor que nos introduce a todos en la sabiduría pero que no deja que nadie pueda desarrollarse en la perfección. Cuando el amor llega, echa fuera todo temor al igual que el verano echa fuera el invierno... Que cesen ya las lluvias de invierno, es decir las lágrimas de angustia suscitadas por el recuerdo de vuestros pecados y el temor del juicio... Si «el invierno ha pasado», si «la lluvia ha cesado» (Ct 2,11)..., la dulzura primaveral de la gracia espiritual nos indica que es llegado ya el momento de podar nuestra viña.. ¿Qué es lo que nos queda por hacer si no comprometernos enteramente en este trabajo?

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