San Charbel Makhluf, nació el 8 de
Mayo 1828 en Beka'kafra (Libano.) Murió en Annaya, el 24 de Diciembre
1898 en Annaya. (Líbano.) Ermitaño de rito maronita, el primer santo
libanés canonizado por la Sede Apostólica en los tiempos modernos. ( El 9
de Octubre de 1977, por el Papa Pablo VI.) "Un ermitaño de la montaña
libanesa está inscrito en el número de los Bienaventurados... Un nuevo
miembro de santidad monástica enriquece con su ejemplo y con su
intercesión a todo el pueblo cristiano.
El puede hacernos entender, en un
mundo fascinado por las comodidades y la riqueza, el gran valor de la
pobreza, de la penitencia y del ascetismo, para liberar el alma en su
ascensión a Dios". Gran amante de la Eucaristía y de la Virgen
Santísima. Ejemplo de vida consagrada y de ermitaño. Dios ha querido
manifestar su gloria por medio de este humilde ermitaño. Gran cantidad
de milagros ocurren por su intercesión. Numerosas de sus imágenes
milagrosamente exudan aceite de oliva el cual se utiliza en la oración
por los enfermos. Además de ser bien conocido en el Medio Oriente y
en toda la Iglesia, en América es particularmente venerado en México a
partir de la inmigración maronita que comenzó en el siglo XIX.
Su devoción se propaga en la
actualidad muy rápido por el aumento de milagros. Parece que Dios desea
utilizar este santo como signo de su deseo de unificar el Oriente con el
Occidente. Nació en el pueblo de Beka'kafra, a 140km. del Líbano,
capital libanesa, el 8 de mayo, de 1828. Era el quinto hijo de Antun
Makhlouf y Brigitte Chidiac, una piadosa familia campesina. Fue
bautizado a los ocho días en la Iglesia de Ntra. Señora en su pueblo
natal, recibiendo por nombre Yusef (José). A los tres años el padre de
Yusef fue inscrito en el ejército turco en la guerra contra los egipcios
y muere cuando regresaba a casa. Su madre cuida de la familia siendo
gran ejemplo de virtud y fe.
Pasado un tiempo, ella se casa de
nuevo con un hombre devoto quien eventualmente será ordenado
sacerdote. (En el rito maronita, hombres casados son elegibles al
sacerdocio). Yusef ayudó a su padrastro en el ministerio sacerdotal.
Ya desde joven era ascético y de profunda oración. Yusef estudió en la
pequeña escuela parroquial del pueblo. A la edad de 14 años fue pastor
de ovejas y aumenta su oración. Se retiraba con frecuencia a una cueva
que descubrió cerca de los pastizales para adentrarse en horas de
oración. Por ello recibió muchas burlas de otros jóvenes pastores. Dos
de sus tíos maternos eran ermitaños pertenecientes a la Orden Libanesa
Maronita. Yusef acudía a ellos con frecuencia para aprender sobre la
vida religiosa y el monacato en especial. En el Convento de
Annaya, profesó los votos perpetuos como monje en 1853.
Lo enviaron inmediatamente al
Monasterio de San Cypriano de Kfifen, donde realizó sus estudios de
filosofía y teología, llevando una vida ejemplar de obediencia y
observancia. Fue ordenado sacerdote el 23 de julio, de 1859 por Mons.
José al Marid, bajo el patriarcado de Paulo Massad. Al poco tiempo
regresó al Monasterio de Annaya por orden de sus superiores. Ahí pasó
muchos años de vida ejemplar de oración y apostolado. Entre estos, el
cuidado de los enfermos, el pastoreo de almas y el trabajo manual en
cosas muy humildes. Chárbel recibió autorización para la vida ermitaña
el 13 de febrero, de 1875. Desde ese momento hasta su muerte, ocurrida
en la ermita de los Santos Pedro y Pablo, la víspera de la Navidad del
año 1898, se dedicó a la oración (rezaba 7 veces al día la Liturgia de
las Horas), la ascésis, la penitencia y el trabajo manual.
Comía una vez al día y llevaba
silicio. El padre Chárbel alcanzó la celebridad después de su muerte,
ocurrida el 24 de Diciembre de 1898. Dios quiso señalar a este santo
por numerosos prodigios: Su cuerpo se mantiene incorrupto y suda sangre,
ocurren prodigios de luz constatados por muchas personas. El pueblo le
veneraba como santo aunque la jerarquía, y sus mismos superiores,
prohibieron su culto formal mientras la Iglesia no pronunciara su
veredicto.
Oremos
Dios, infinitamente santo y
glorificado en medio de tus santos. Tú que inspiraste al santo monje y
ermitaño Chárbel para que viviese y muriese en perfecta unión con
Jesúsucristo, dándose la fuerza para renunciar al mundo y hacer triunfar
desde su ermita, el heroísmo de sus virtudes monásticas: pobreza,
obediencia y santidad. Te imploramos nos concedas la gracia de amarte y
servirte siguiendo su ejemplo. Dios Todopoderoso, Tú que has
manifestado el poder de la intercesión de San Chárbel a través de sus
numerosos milagros y favores, concédenos la gracia que te imploramos por
su intercesión (....) Amén. (Padrenuestro, Ave María y Gloria).
Santa Paola Elisabetta
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La fortaleza de un ser humano se mide, especialmente, en el
infortunio. Paola Elisabetta lo demostró con creces. Su particular
tragedia, neutralizada por su incondicional entrega a Dios, se trocó en
bálsamo para los desfavorecidos.
En efecto. Esta santa mujer fue conducida a la vida religiosa tras
dramáticas experiencias personales de sufrimiento, si bien el dolor fue
para ella árbol fecundo. Nació el 28 de enero de 1816, en Soncino
(Cremona, Italia), con una constitución tan débil que sus padres, los
nobles y acaudalados Francesco Cerioli y Francesca Corniani, rogaron que
se le administrara el bautismo inmediatamente, temiendo que pudiera
morir. Pero Constanza, que ese fue su nombre de pila, sobrevivió, aunque
su salud sería frágil el resto de su vida. Se formó junto a las
Hermanas de la Visitación en Alzano Maggiore (Bergamo) hasta los 16
años. A los 19, una edad en la que tantas jóvenes sueñan con un futuro
feliz, tuvo que desposarse por acuerdo de sus padres, que así lo habían
apalabrado, con Gaetano Busecchi, que rozaba los 60 –casi un anciano
para la época– y era el rico heredero de los condes Tassis de Comonte de
Sériate (Bergamo).
No es difícil imaginar el escenario en el que se desenvolvieron casi
veinte años de su vida con un matrimonio contraído sin amor y con ese
desfase abrumador de edad y experiencia entre ambos, aunque asumió su
destino con la dignidad propia de su noble condición, creyendo que en la
voluntad paterna se hallaba la divina y, por tanto, amparada en los
hondos principios de fe y virtud que le habían inculcado. Fruto de su
matrimonio nacieron cuatro vástagos. Los tres primeros hijos murieron
nada más nacer. Y si dolorosas fueron estas sucesivas pérdidas más lo
fue la del cuarto hijo, Carlos, que sobrevivió hasta los 16 años. Unos
meses más tarde, falleció su esposo, y Constanza se sumió en el más
profundo dolor. Tenía 38 años y era heredera de una gran fortuna, pero
su corazón latía afligido por tal cúmulo de desgracias. Su sostén fueron
los prelados de Bergamo que le ayudaron a aferrarse a la fe. «No sé –reconocería más tarde– cómo he podido sobrevivir, frágil y probada como estaba».
Había madurado a golpes de intenso sufrimiento y volvió los ojos a la
Virgen Madre de los Dolores. Conmovida al meditar en ellos, en una
ocasión la angustia la apresó de un modo tal que estuvo a punto de caer
desmayada. Su palacio se convirtió en un refugio para los necesitados,
desamparados y huérfanos a los que socorrió ejerciendo con ellos un
apostolado cuajado de esas ternuras que la vida le había impedido
dispensar a los de su propia sangre. Primero comenzó con dos huérfanas,
pero enseguida fue incrementándose el número de los acogidos. Se lo
había vaticinado su hijo Carlos, diciéndole cuando estaba a punto de
morir: «No llores por mi próxima muerte, mamá, porque Dios te dará otros muchos hijos».
Ese hogar fue otra Casita de Nazaret donde pudo dar a tan maltrechos
corazones el cobijo que nunca tuvieron, y socorrerlos en sus múltiples
carencias.
Tomó como modelo a la Sagrada Familia. Ella, junto a su amor a la
Santísima Trinidad y a la Virgen de los Dolores, fue el sustento para su
vida espiritual marcada por la caridad, la confianza en Dios, la
piedad, la humildad y la obediencia, virtudes plasmadas en el ejercicio
concreto de su maternidad con los desfavorecidos. La semilla germinó en
su palacio a través de los niños que acogió, y fue origen de la
fundación de las Hermanas de la Sagrada Familia que impulsó con la
aquiescencia de otras seis mujeres que se unieron a ella en 1857. Como
religiosa tomó el nombre de Paola Elisabetta. Fue fundadora, asimismo,
de los Hermanos de la Sagrada Familia, dirigida a la asistencia de los
pobres campesinos. Superando numerosos contratiempos, en 1863 abrió la
primera casa destinada a los hijos de éstos en una de las posesiones que
tenía en Villacampagna (Cremona). A ella le sucedieron la creación de
escuelas y colegios en los que se proporcionaba a los pequeños una
formación humana y espiritual. La santa siempre tuvo en cuenta el valor
de la familia para el progreso de la sociedad. Murió en Comonte a los 49
años el 24 de diciembre de 1865. Pío XII la beatificó el 19 de marzo de
1950. Y Juan Pablo II la canonizó el 16 de mayo de 2004.
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