viernes, 23 de enero de 2015

evangelio y comentario del dia

Evangelio según San Marcos 3,13-19. 
Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, 
y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar 
con el poder de expulsar a los demonios. 
Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; 
Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; 
luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, 
y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

Palabra del Señor.

Comentario por:
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermón 311, 2

Eligió a los doce para que le siguieran y los envió a predicar
    Los primeros apóstoles, carneros bienaventurados del rebaño santo, vieron al mismo Señor Jesús pendiente de la cruz, lloraron su muerte, se asustaron de su resurrección, lo amaron hecho poderoso y ellos mismos derramaron su propia sangre por la sangre que vieron. Pensad, hermanos, en lo que significa que unos hombres sean enviados por el orbe de la tierra a predicar que un hombre muerto resucitó y que ascendió al cielo, y que por esta predicación hayan sufrido cuanto la locura del mundo les ha infligido: privaciones, destierros, cadenas, tormentos, fuego, bestias, cruz y muertes. ¿Y esto lo sufrían por no sé qué cosa? ¿Acaso, hermanos míos, moría Pedro por su gloria o se predicaba a sí mismo? 


    Moría uno para que otro fuese honrado; se entregaba a la muerte uno para que otro fuese adorado. ¿Haría esto, acaso, si no estuviese a la raíz la fragancia de la caridad y la conciencia de la verdad? Habían visto lo que anunciaban; en efecto, ¿cuándo estarían dispuestos a morir por algo que no hubieran visto? Se les obligaba a negar lo que habían visto, mas no lo negaron: predicaban la muerte de quien sabían que estaba vivo. Sabían por qué vida despreciaban la vida; sabían por qué felicidad soportaban una infelicidad transitoria, por qué PREMIOSdespreciaban estos males. Su fe no admite ponerse en la balanza con el mundo entero. Habían escuchado: ¿De qué sirve al hombre ganar todo el mundo si a cambio sufre detrimento en su alma?1 Los encantos del mundo no retrasaron su veloz carrera, ni los bienes pasajeros a quienes emigraban a otro lugar; sea cuanta sea y por deslumbrante que sea esta felicidad, hay que dejarla aquí, no puede ser traspasada a la otra vida; llegará el momento en que también los ahora vivos han de dejarla aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario que sera atendido en su momento