sábado, 31 de enero de 2015

Evangelio y comentario del Dia

Evangelio según San Marcos 4,35-41. 
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla". 
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. 
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. 
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. 
Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. 
Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?". 
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?". 

Palabra del Señor.

Comentario Por:

San Bonifacio (c. 673-754), monje, misionero de Alemania y mártir 
De una carta a Cutberto; PL 89, 765 (trad. cf breviario 05/06)

“¿Por qué tienen miedo?”
    La Iglesia, que es como una barca que navega por el mar de este mundo y que se ve sacudida por las diversas olas de las tentaciones, no ha de dejarse a la deriva, sino que debe ser gobernada. En la primitiva Iglesia tenemos el ejemplo de Clemente y Cornelio y muchos otros en la ciudad de Roma, Cipriano en Cartago, Atanasio en Alejandría, los cuales, bajo el reinado de los emperadores paganos, gobernaban la nave de Cristo, su amada esposa, que es la Iglesia, con sus enseñanzas, con su protección, con sus trabajos y sufrimientos hasta derramar su sangre. 

    Al pensar en éstos y otros semejantes, me estremezco y “me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto” (Sal 54,6) por mis pecados, y de buena gana abandonaría el gobierno de la Iglesia que me ha sido confiado, si para ello encontrara apoyo en el ejemplo de los Padres o en la sagrada Escritura.

    Mas, puesto que las cosas son así y la verdad puede ser impugnada, pero no vencida (…), nuestra mente fatigada se refugia en aquellas palabras de Salomón: “Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia; en todos tus caminos piensa en él, y él allanará tus sendas (Pr 3,5-6). (…) Mantengámonos firmes en la justicia y preparemos nuestras almas para la prueba; sepamos aguantar hasta el tiempo que Dios quiera y digámosle: “Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación” (Sal 89,1). Tengamos confianza en él, que es quien nos ha impuesto esta carga. Lo que no podamos llevar por nosotros mismos, llevémoslo con la fuerza de aquel que es todopoderoso y que ha dicho: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,30).

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