2. La segunda actitud: dejarse sorprender por Dios. Quien es
hombre, mujer de esperanza —la gran esperanza que nos da la fe— sabe que Dios
actúa y nos sorprende también en medio de las dificultades. Y la historia de
este santuario es un ejemplo: tres pescadores, tras una jornada baldía, sin
lograr pesca en las aguas del Río Parnaíba, encuentran algo inesperado: una
imagen de Nuestra Señora de la Concepción. ¿Quién podría haber imaginado que el
lugar de una pesca infructuosa se convertiría en el lugar
donde todos los brasileños pueden sentirse hijos de la misma Madre? Dios nunca deja de sorprender, como con el vino nuevo del Evangelio que acabamos de escuchar. Dios guarda lo mejor para nosotros. Pero pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas. Confiemos en Dios. Alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza, se agota. Si nos acercamos a él, si permanecemos con él, lo que parece agua fría, lo que es dificultad, lo que es pecado, se transforma en vino nuevo de amistad con él.
donde todos los brasileños pueden sentirse hijos de la misma Madre? Dios nunca deja de sorprender, como con el vino nuevo del Evangelio que acabamos de escuchar. Dios guarda lo mejor para nosotros. Pero pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas. Confiemos en Dios. Alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza, se agota. Si nos acercamos a él, si permanecemos con él, lo que parece agua fría, lo que es dificultad, lo que es pecado, se transforma en vino nuevo de amistad con él.
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