3. La tercera actitud: vivir con alegría. Queridos amigos,
si caminamos en la esperanza, dejándonos sorprender por el vino nuevo que nos
ofrece Jesús, ya hay alegría en nuestro corazón y no podemos dejar de ser
testigos de esta alegría. El cristiano es alegre, nunca triste. Dios nos
acompaña. Tenemos una Madre que intercede siempre por la vida de sus hijos, por
nosotros, como la reina Esther en la Primera Lectura (cf. Est 5,3).
Jesús nos ha mostrado que el rostro de Dios es el de un Padre que nos ama. El
pecado y la muerte han sido vencidos. El cristiano no puede ser pesimista. No
tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo. Si estamos
verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón
se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro
alrededor. Como decía Benedicto XVI: «El discípulo sabe que sin Cristo no hay
luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro» (Discurso Inaugural de la
V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe,
Aparecida, 13 de mayo 2007: Insegnamenti III/1 [2007], p. 861).
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