Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'.
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
'¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'.
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Palabra del señor.
Comentario Por:
Benedicto XVI, papa de 2005 a 2013
Mensaje para la Jornada Mundial de oración por las vocaciones, 07/05/2006
“Rogad al dueño de la mies”
Recordando la recomendación de Jesús: “La mies es abundante, pero
los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande
trabajadores a su mies” (Mt 9, 37-38), percibimos claramente la
necesidad de orar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida
consagrada. No ha de sorprender que donde
se reza con fervor florezcan
las vocaciones. La santidad de la Iglesia depende esencialmente de la
unión con Cristo y de la apertura al misterio de la gracia que actúa en
el corazón de los creyentes. Por ello quisiera invitar a todos los
fieles a cultivar una relación íntima con Cristo, Maestro y Pastor de su
pueblo, imitando a María, que guardaba en su corazón los divinos
misterios y los meditaba asiduamente (cf. Lc 2, 19). Unidos a Ella, que
ocupa un lugar central en el misterio de la Iglesia, podemos rezar:Padre,
haz que surjan entre los cristianos
numerosas y santas vocaciones al sacerdocio,
que mantengan viva la fe
y conserven la grata memoria de tu Hijo Jesús
mediante la predicación de su palabra
y la administración de los Sacramentos
con los que renuevas continuamente a tus fieles.
Danos santos ministros del altar,
que sean solícitos y fervorosos custodios de la Eucaristía,
sacramento del don supremo de Cristo
para la redención del mundo.
Llama a ministros de tu misericordia
que, mediante el sacramento de la Reconciliación,
derramen el gozo de tu perdón.
Padre,
haz que la Iglesia acoja con alegría
las numerosas inspiraciones del Espíritu de tu Hijo
y, dócil a sus enseñanzas,
fomente vocaciones al ministerio sacerdotal
y a la vida consagrada.
Fortalece a los obispos, sacerdotes, diáconos,
a los consagrados y a todos los bautizados en Cristo
para que cumplan fielmente su misión
al servicio del Evangelio.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
María Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.
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